Margarita de Miengo, nacida a los pies de las verdes montañas de Cantabria, en un pequeño y tranquilo pueblo llamado Miengo, ha demostrado tener un don especial desde su más tierna infancia. No era la única de su familia con estas capacidades, siendo la hija menor en una larga línea de mujeres con extrañas habilidades psíquicas, aunque Margarita ha sido la que ha llevado estas habilidades a su máxima expresión.
La educación de Margarita estuvo marcada por el respeto y el aprendizaje de este inusual don. Su madre, una mujer fuerte y sabia, le enseñó a utilizar su potente intuición para ayudar a otros, siempre con humildad y respeto. A pesar de su juventud, la gente del pueblo acudía a ella buscando orientación, esperanzados de que sus visiones pudieran ofrecerles respuestas o consuelo.
A medida que Margarita crecía, su fama se extendió fuera de las fronteras de su natal Miengo. Personas de todas las clases sociales viajan largas distancias para consultarla. Si bien su intenso don la mantiene alejada de una vida normal, Margarita nunca se queja, y siempre está dispuesta a usar su habilidad de vidente para ayudar a las personas a encontrar su camino o para predecir posibles dificultades en el futuro.
Este compromiso con los demás, junto con su agudo sentido de la empatía y su asombrosa precisión, hacen de Margarita una figura influyente en su comunidad y, con el tiempo, en todo el país. A lo largo de su vida, Margarita continua usando su habilidad con respeto y gran responsabilidad, siempre ocupada en guiar a las personas y ayudarlas a superar sus dificultades, y con un palpable amor por su pueblo y sus gentes.